Ismael García C.
La generalidad de estudiantes tienen una inteligencia normal aunque vivan en situación carencial, pero les afecta vivir depauperados durante años, en un entramado de carencias y descuidos o negligencia por parte del Estado y del gobierno y de sus mismos padres.
No se puede hablar de calidad educativa en un sistema pensado para que los estudiantes aprueben en el nivel de educación básica, aunque no se cumplan los objetivos planificados, ni se demuestre aplicación suficiente ni interés en el estudio y en los aprendizajes por parte de los dicentes; es decir, los estudiantes son promovidos y graduados aunque no alcancen los saberes y las competencias deseadas, ni cuenten con el apoyo responsable de sus progenitores o encargados.
Se supone que en esa promoción orientada el alumnado, pese a su bajo rendimiento escolar, subsanará las áreas deficitarias en el siguiente grado con la ayuda de seres espirituales, porque no hay docentes adicionales en los centros escolares que apoyen al alumnado que presenta dificultades de aprendizaje, salvo unas afortunadas excepciones. Como tal apoyo o programa de refuerzo no ocurre no se subsana nada y el estudiante va escalando grados en el sistema educativo, pero arrastrando una creciente cuota de vacíos. Cuando culmina la educación básica el estudiante está en el apogeo de sus inquietudes adolescentes y sigue creyendo que el juego es su actividad principal, así llega a bachillerato sin tomarse el estudio en serio y no sale avante.
Auque el sector docente no obtenga evidencias de un buen rendimiento por parte del alumnado, recibe muchas presiones para que dé por aprobados incluso a los más negligentes. Se llega al colmo de que algunos docentes caen en la trampa de irrespetar la evaluación, cuando piden a sus colegas que den por aprobados a niños y jóvenes que no merecen ser promovidos, algunos ni siquiera asisten a clases e incluso ya casi han desertado del sistema escolar por razones que no son de peso, y piden que los pasen como un favor personal, o porque es el hijo de don fulano, etc. Y eso llega a darse hasta en el nivel universitario. Los que buscan justificar la ineficiencia del alumno que está camino del fracaso, generalmente han recibido una versión desfigurada de su caso por parte de éste, quien en vez de hablarles de sus descuidos hedonista, de sus escapadas al lago o a la playa, de los juego de video y otros; reaccionan tarde ante los resultados negativos, los cuáles afirman ocurren pese a sus denodados esfuerzos por salir adelante en un sistema educativo en el que según él le exigen más allá de lo normal se muestran como víctimas de la familia, de la sociedad o de él o la docente de turno.
De los centros de estudios superiores y de las universidades, transcurrido el ciclo impar, se retiran muchos recién ingresados, que no tienen las competencias mínimas que exigen los estudios superiores. Esos espacios que se desperdician pudieron haber sido llenados con estudiantes más aplicados, los cuales no se acercan a la universidad debido a su necesidad de incorporarse pronto al mercado laboral. Llegar a la universidad simplemente por oropel o por evitar trabajar no garantiza aplicación al estudio, especialmente en esa etapa en la cual se preparan o deberían prepararse para aprender una profesión que les permitirá no sólo ganarse la vida, sino también aportar responsablemente al desarrollo nacional.
Cualquier examen que se haga para controlar la calidad educativa llámese paecita, PAES o, ECAP, examen de nivel, examen escalafonario, etc., siempre llevará una cuota de dudas respecto a la confiabilidad y la validez de los resultados. Luego, es muy fácil por parte de muchos sectores prejuiciados, endilgar al sector docente los fracasos de un sistema escolar que no ha sido diseñado por ellos, desde el momento en que el currículo es impuesto, así como el calendario escolar y el sistema evaluativo tampoco son una decisión arbitraria del docente.
Al país le ha interesado quedar muy bien con otros y el Estado trabaja para dar esa buena imagen, que se maquillan los datos, pero si seguimos acomodando los bajos resultados de nuestro sistema educativo, no sólo seguiremos consciente o inconscientemente emitiendo datos falsos para la comunidad internacional, sino que también nos engañaremos a nosotros mismos.
Es oportuno señalar que no se dota a los docentes de los mejores recursos para que puedan actualizarse continuamente, ni se les da espacios reales para la reflexión, ya sea porque sus directivos en el centro educativo le temen a las reuniones o porque el MINED interviene con una visión sesgada de los problemas educativos del país, que ven solo en función de cumplir doscientos días lectivos, los cuales no se cumplen porque el calendario escolar está lleno de muchas actividades extracurriculares, incluyendo ensayos para desfiles y variadas ocasiones especiales. Por otra parte, si el docente mal pagado quiere que actualizarse académicamente no puede hacerlo durante su tiempo de labores.
La situación educativa no interesa mucho a los sectores mediáticos hasta que se vuelve motivo de escándalo cuando algún docente es acusado de acoso sexual o los desorientados muchachos y muchachas protagonizan sucesos denigrantes. Esas situaciones ponen en evidencia los vacíos que deja en la personalidad humana la doble moral de nuestra sociedad, tanto en sus enunciados como en su aplicación, ya sea que la representen las autoridades, o que se trate de las mezclas transculturales y contraculturales de los mercados mediáticos que imponen opinión. Para enrumbar los caminos torcidos de la educación nacional, contratan a consultores extranjeros descontextualizados. Las debilidades del sistema quedan ocultas, mientras tanto las incongruencias internas siguen avanzando y creciendo. También el sector docente se convierte en víctima, cuando a los maestros y maestras se les endilgan las fallas del sistema educativo nacional, atropellando no sólo su dignidad profesional sino también su dignidad humana.
En un círculo vicioso, el magisterio nacional termina actuando a la defensiva y no cuenta con una libertad de cátedra real, aunque se consigne en la constitución de la república. Además, en un país en el que el salario mínimo no permite condiciones de vida dignas, los docentes siguen mal remunerados, y se les regatean las mejoras salariales, pues tomando en cuenta los bajos salarios de la mayoría de la población se les considera privilegiados.
Santa Ana, El Salvador, 7 de enero de 2011.
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Jorge Ismael García Corleto es escritor, director del Grupo de Actuación Teatral de Occidente (GATO), licenciado en psicología, licenciado en educación y master en Educación Superior, trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.